Isidro, pocero de profesión, tuvo una especial y milagrosa relación con el agua, tanto en vida como después de muerto. En vida, abrió fuentes y pozos por donde quiera que golpeara con su cayado.
Pidiendo agua a Isidro, Juan de Vargas en los campos de Carabanchel, el santo encontró un manantial, que dio origen a la ermita del Santo.
Y también después de muerto, pues varias veces el pueblo de Madrid, consiguió salir de tremendas sequías, acudiendo a él en rogativa. Dicen que las aguas que hizo brotar tienen propiedades curativas. El manantial más famoso de todos, es el que se encuentra en Madrid, junto a la Ermita del Santo, al que los fieles siguen acudiendo con fe y devoción, para beber su milagrosa agua.